Fernando Gallego/ Historia
Mucho se ha especulado en las últimas décadas sobre quién halló por primera vez tierra americana. Tradicionalmente se ha creído que, sin lugar a dudas, es a Cristóbal Colón a quien corresponde dicho honor, y así se lleva estudiando toda la vida en las escuelas. Para casi todas las personas, el intrépido navegante genovés fue el descubridor de América.
Mucho se ha especulado en las últimas décadas sobre quién halló por primera vez tierra americana. Tradicionalmente se ha creído que, sin lugar a dudas, es a Cristóbal Colón a quien corresponde dicho honor, y así se lleva estudiando toda la vida en las escuelas. Para casi todas las personas, el intrépido navegante genovés fue el descubridor de América.
Por suerte o por desgracia el mundo está lleno de escépticos que, no contentos con la versión oficial de lo que ocurrió, han preferido meter el dedo en la llaga e investigar a fondo el tema.
Numerosos especialistas y aficionados tratan de demostrar que fueron otros quienes llegaron primero al Nuevo Continente. Algunos lo hacen con teorías más o menos serias; otros, con hipótesis más dignas de Iker Jiménez. Dentro del primer grupo está el explorador noruego Thor Heyerdahl, que fue más allá, y en 1970, intentando certificar que incluso los antiguos egipcios habrían sido capaces de llegar a América, construyó una balsa de papiro y consiguió cruzar el Atlántico: toda una proeza. Aún así, esta experiencia certifica la posibilidad de poder navegar grandes distancias con embarcaciones como las que hubo varios milenios antes de Cristo, pero no sirve para probar qué hay de cierto en su conjetura, pues no hay evidencias materiales que demuestren que fue así.
Numerosos especialistas y aficionados tratan de demostrar que fueron otros quienes llegaron primero al Nuevo Continente. Algunos lo hacen con teorías más o menos serias; otros, con hipótesis más dignas de Iker Jiménez. Dentro del primer grupo está el explorador noruego Thor Heyerdahl, que fue más allá, y en 1970, intentando certificar que incluso los antiguos egipcios habrían sido capaces de llegar a América, construyó una balsa de papiro y consiguió cruzar el Atlántico: toda una proeza. Aún así, esta experiencia certifica la posibilidad de poder navegar grandes distancias con embarcaciones como las que hubo varios milenios antes de Cristo, pero no sirve para probar qué hay de cierto en su conjetura, pues no hay evidencias materiales que demuestren que fue así.
Actualmente, y dentro del ramo de teorías que se barajan, está ampliamente aceptado el hecho de que el vikingo Leif Eriksson, hijo de Erik el Rojo -conocido por ser el fundador de asentamientos en Groenlandia-, llegó en torno al año 1000 a las costas orientales de lo que hoy llamamos Canadá, y las bautizó con el nombre de Vinland. Posiblemente se produjera allí el primer pequeño asentamiento en América del Norte; pero éste duró poco tiempo, debido a las continuas batallas que presentaban los indígenas. Ciñéndonos estrictamente al uso de la palabra colonización, apenas puede considerarse como tal esta penetración en territorio desconocido.
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Viajes vikingos a Norteamérica |
Para encontrar un verdadero descubridor y una colonización efectiva tenemos que avanzar hasta el 12 de octubre de1492, cuando Cristóbal Colón llega a las Islas Bahamas. Su nombre es conocido en cualquier parte del orbe y su ruta se sigue utilizando hoy día; pero ¿tuvo el Almirante información privilegiada? Ciertos maestros en navegación ven como sospechosamente extrañas algunas de las decisiones tomadas por Colón, en cuanto al rumbo que tomó. Casi parece que sigue unas pautas y que, a pesar de las alocadas órdenes que dio, sabía hacia donde iba. De hecho, a partir de esto se ha creado la llamada “Teoría del Prenauta”.
Dicha teoría pretende probar que un misterioso personaje habría llegado al Continente americano, partiendo de Europa antes que Colón, y echando por tierra el mérito del genovés. El propio Fray Bartolomé de las Casas, redactor de los diarios del Almirante, ya hará mención a la historia del prenauta.
El enigmático prenauta tiene nombre y apellido: Alonso Sánchez. Según narra en 1609 el historiador peruano Inca Garcilaso de la Vega, se trataría de un marinero onubense que, en un viaje de negocios hacia Inglaterra, fue sorprendido por una fuerte tormenta y perdió el rumbo. Tras varias semanas deambulando por el extenso océano, la deriva les haría fondear en la isla de Santo Domingo, donde serían recibidos amistosamente por la población autóctona. Pero no toda la tripulación sobreviviría, debido a las enfermedades contraídas, y solo unos pocos consiguieron emprender el viaje de vuelta. Tras un mes atracarían en Porto Santo (Portugal), donde residía Colón, el cual pudo nutrirse de testimonios de primera mano sobre la aventura de Alonso Sánchez.
Para sorpresa de los lectores, en una ciudad tan colombina como Huelva, Alonso Sánchez da nombre a una calle, a un instituto, a un gran parque en el centro de la ciudad e incluso tiene una estatua de cuerpo completo en los Jardines del Muelle. Tan reconocida es su figura, que en Sevilla, en el popular barrio de Bellavista, también una calle posee su nombre.
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Estatua de Alonso Sánchez en Huelva |
Rehuyendo de cualquier tipo de sensacionalismo, y siendo justos, por mucho que alguien llegase antes a América, tan solo el viaje de Colón puede considerarse verdaderamente fructífero, porque fue el único que dio pie al establecimiento de colonias de ultramar.
Dicho esto, juzguen ustedes mismos.
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