Pablo Rodríguez/ Historia
Todos hemos oído hablar de la gran Esparta y, sobre todo, de sus guerreros de leyenda, esos de los mantos rojos que hacían huir al enemigo con tan solo presentarse al campo de batalla. Estos soldados no eran hombres normales, pues no tenían una formación de hombres comunes. Se les educaba desde pequeños para ser guerreros, su infancia era corta y su formación dura, pero ésta daba como resultado a los mejores guerreros del mundo griego. Esta instrucción desde pequeños se denominaba agogé.
Todos hemos oído hablar de la gran Esparta y, sobre todo, de sus guerreros de leyenda, esos de los mantos rojos que hacían huir al enemigo con tan solo presentarse al campo de batalla. Estos soldados no eran hombres normales, pues no tenían una formación de hombres comunes. Se les educaba desde pequeños para ser guerreros, su infancia era corta y su formación dura, pero ésta daba como resultado a los mejores guerreros del mundo griego. Esta instrucción desde pequeños se denominaba agogé.
La vida de los espartanos era una prueba constante. Nada más nacer el padre lo presentaba a los ancianos de la tribu, quienes procedían a hacerle un examen para comprobar que estuviera sano y bien formado, lo que era indispensable para entrar en la comunidad. Una vez pasada la prueba el niño vivía en su hogar con su madre hasta los siete años, cuando el Estado se hacía cargo de ellos. Es entonces cuando empieza la agogé.
El Estado los encuadraba entonces en grupos en los que los niños iban endureciendo su cuerpo y su carácter con diferentes juegos y pruebas a la vez que aprendían a leer, escribir, danzar y hacer poesía. Como podemos observar, los espartanos no eran unos brutos que solo sabían pelear, se les instruía en las artes y las ciencias, pero de tal modo que les fuese útil para la guerra. De esta manera, se les enseñaba a hablar lo más cortante y concisamente posible, pues creían que el exceso de palabras solo servía para ocultar la verdad. Aprendían así mismo música para poder entender las órdenes en el campo de batalla, las cuales se daban con una flauta, y danza, ya que ésta se asemejaba a los movimientos del combate. Como podemos ver, todos los aspectos de la educación estaban orientados a la vida militar.
La segunda fase de la agogé empezaba a los doce años, cuando los muchachos eran encuadrados en compañías formadas en base a su edad. Conforme iban cumpliendo años debían pasar unas pruebas rituales de iniciación para poder acceder a la siguiente compañía. En esta fase se les asignaba un instructor que les seguía formando.
En esta fase era cuando el niño se transformaba en hombre, pues debía pasar pruebas verdaderamente agotadoras día a día. A los muchachos se le entregaba una sola túnica para todo el año, se les daba la misma ración a todos y se les instaba a robar para conseguir aquello que les hiciese falta, pero si eran descubiertos robando se les castigaba brutalmente. Con esto pretendían agudizar su ingenio. Además se promovían las peleas entre muchachos para que estos se fuesen endureciendo y aprendiendo a pelear. Estas peleas eran salvajes y en muchas ocasiones se les hacía luchar hasta que no pudiesen seguir en pie.
En la tercera fase, que comenzaba a los catorce años, los muchachos iban tomando contacto con las instituciones cívicas a través de adultos que los iban introduciendo en ellas. Estos vínculos que se establecían entre adultos y jóvenes acababan normalmente en una relación homosexual. Este tipo de relación estaba bien vista por los miembros de la ciudad, ya que a través de ella el joven aprendía todo lo necesario para convertirse en un hombre capacitado, tanto para el gobierno de la polis como para la guerra.
A los veinte años los jóvenes espartanos tenían que superar la prueba definitiva para poder terminar la agogé. Esta prueba se denominaba Krypteía, y consistía en abandonar a los muchachos en el monte, en pleno invierno, con tan solo la túnica y un puñal. Estos tenían procurarse comida y abrigo por sí mismos y no podían ser vistos si no querían sufrir un duro castigo. Por la noche tenían una misión, debían bajar del monte y matar esclavos. Se piensa que esto se hacía así para tener controlados a los esclavos mediante el miedo.
Una vez los muchachos habían matado a un esclavo, y por lo tanto habían probado la sangre humana, estaban listos para entrar a formar parte del ejército espartano y habían superado la agogé. Pese a ésto aún no eran ciudadanos de pleno derecho y participaban en el ejército como auxiliares. Será solo tras cumplir treinta años cuando los jóvenes espartanos sean ciudadanos de pleno derecho. A partir de entonces podrán participar en la Asamblea de ciudadanos e incorporarse definitivamente a las filas de hoplitas, es decir, a la infantería pesada de los griegos. Para este momento el hombre espartano era ya todo un veterano.
De esta manera se crea a un guerrero de manto rojo, desposeyendo a los niños de su infancia, a las madres de su maternidad y a los individuos de su personalidad, todo ello para beneficio de Esparta. Educándolos de esta manera no es de extrañar que se tratasen de los mejores guerreros del mundo griego, pues se les instruía intensamente desde pequeños para no ser otra cosa más que soldados. Gracias a la privación de esa personalidad individual, gracias al espíritu de sacrificio y la dureza y austeridad, Esparta se elevó por encima de las demás polis y se convirtió, junto con Atenas, en uno de los máximos exponentes del mundo griego. La muestra de esto es que la leyenda de Esparta y de sus valientes y curtidos guerreros de mantos rojos perdura hasta nuestros días con el toque romántico que da la distancia del tiempo.
Cierto; un espartano era esencialmente un militar, un guerrero desde su nacimiento hasta su muerte. Mas las guerras médicas contra los persas se ganaron gracias a la flota. Y Atenas tenía la mejor y la más grande del mundo helénico. Y fue Atenas la que impuso su hegemonía y fue su sistema político el que dominó a otras polis, como Esparta. Cuando Esparta se imponga a Atenas tras las guerras del Peloponeso, esta hegemonía la mantendrá Esparta durante muy poco tiempo y se producirán fisuras en su orden político y social. Entre una de las causas de su debilidad se señala la desaparición de la igualdad entre los homoioi, entre los hoplitas. Comenzó a producirse acaparación de tierras. Los lotes de tierra que se repartían entre ellos rendían aproximadamente lo mismo y tenían aproximadamente la misma extensión. Por eso se había ocupado Messenia. Atendiendo a la historia, pues, las acusadas desigualdades sociales tienen efectos desintegradores. En estos momentos, en los que se acentúan las desigualdades sociales; la brecha que separa a ricos y pobres, cabe preguntarse si la historia sirve como referencia de la que extraer enseñanzas prácticas. Creo que nuestros dirigentes la ignoran, o por desconocimiento o por "conveniencias" coyunturales.
ResponderEliminarUn abrazo, Pablo. Un gusto leerte.
Gracias por tu comentario, veo que sabes y mucho de historia. Un artículo sobre la flota ateniense sería, sin duda, muy interesante, tomo nota.
ResponderEliminarLa historia siempre será, desde mi punto de vista, una magnifica fuente de información para analizar procesos parecidos, pues el hombre siempre será hombre, y sus fallos, aunque en contextos diferentes, tienen factores comunes. Yo tampoco se si es por conveniencia o porque nos gobiernan unos burros con corbata.
Un abrazo