Fernando Gallego/Historia
Aunque a muchos pudiera resultarles extraño, los adjetivos misógino, mujeriego y extravagante podrían servir para retratar literariamente a Picasso, pero sería mejor definirlo con una palabra que resuma mejor todo lo que este malagueño fue: genio, o más bien, genio loco.
Aunque a muchos pudiera resultarles extraño, los adjetivos misógino, mujeriego y extravagante podrían servir para retratar literariamente a Picasso, pero sería mejor definirlo con una palabra que resuma mejor todo lo que este malagueño fue: genio, o más bien, genio loco.
Incomprendido y admirado al mismo tiempo, es sin duda, uno de los personajes más relevantes de la Historia del Arte Universal, siendo el mayor exponente de la corriente cubista. Tal fue la fama que alcanzó que tras la II Guerra Mundial sus allegados comentaban: `` la gente viene a Europa para ver la Torre Eiffel, Pompeya y el taller de Picasso´´.
A los 23 años, abandonó Barcelona para instalarse en París, donde creyó que podría tener más oportunidades y mercado. Al igual que cualquier emigrante siempre estuvo orgulloso de su patria, y jamás escondió el amor que a ella le profesaba. Ante todo, solía hacer gala del ferviente andalucismo que corría por sus venas, motivo por el cual no era raro verlo frecuentar las tardes de toros en las plazas del sur de Francia, pues le servía para menguar en cierta manera la nostalgia que le producía estar tan lejos de la que un día fue su casa.
Serán precisamente la tauromaquia y los retratos de sus amantes dos de los temas más recurrentes de su obra. Pablo Ruíz Picasso, ``que tardó 4 años en aprender a pintar como los grandes artistas del Renacimiento, y toda la vida en hacerlo como un niño´´, supo plasmar perfectamente en los lienzos que producía las ideas metafísicas que rondaban su mente. De esta manera, queriendo conjugar el alzado y el perfil terminó por realizar surrealistas retratos que pretendían representar más de un punto de vista a la vez, llevando al extremo la simplificación de las líneas fundamentales de un objeto. En la fase final de su vida se permitió el lujo incluso de adentrarse en el mundo de la decoración cerámica, donde también tardó poco en ser un referente mundial.
Dejando de lado, hasta donde es posible hacerlo, el análisis general de su faceta pictórica, es preferible adentrarnos en la amalgama de anécdotas y excentricidades de las que estuvo repleta su vida.
Así pues, contaba una y otra vez en los largos coloquios que mantenía las tardes de invierno en su café preferido de París, que jamás perdonaría lo que hicieron los nazis tras la ocupación parisina. Todos los comensales solían interrogar al pintor para saber qué hecho tan molesto era el que le quitaba el sueño, y él, despegándose el pitillo de los labios decía: ``estos alemanes cabrones entraron en mi casa, se llevaron mi ropa, mis toallas y parte de mis muebles; pero ni uno solo de mis cuadros´´. Sonoras carcajadas acompañaban el final de la frase, mientras que Pablo, fruncía el ceño entre indignado y picarón.
En la misma época, pero en otra ocasión, acudía a su taller el coleccionista y marchante alemán Daniel Kahnweiler acompañado de un alto cargo del ejército nazi. El militar, que había escuchado hablar en numerosas ocasiones del artista español, estaba decidido a conocer su obra. Kahnweiler, muy amigo de Picasso, insistió en que su acompañante se hiciera con un cuadro, a lo que el soldado germano contestó: ``Si mi mujer ve ese lienzo colgado en el salón posiblemente me eche de casa´´. El soldado se fue de manos vacías, y años después el cuadro que le habían ofrecido se vendería en subasta por varios millones de euros. Suponemos que el militar se pasaría la vida tirándose de los pelos al dejar pasar una oportunidad así.
Parte de la originalidad que rebosaba allá por donde pisó está presente en sus hobbies, pues uno de ellos era asistir a las fiestas populares de los pueblos de la Costa Azul. Larguísimas solían ser las noches en las que Pablo Picasso cogía su trompeta y al son de ella danzaba descamisado junto al resto de pueblerinos que conformaban el pasacalles. Las constantes juergas interminables enlazaban con otro de sus pasatiempos favoritos: el agotamiento psicológico al que solía someter a los marchantes. Como el pintor estuviera cansado no había quien lo levantara de la cama al día siguiente, así estuvieran esperándole comerciantes de medio mundo para hacer negocios con él.
Este tipo de tortura también la sufrieron los más cercanos a él. Jaume Sabartés, por ejemplo, a pesar de ser íntimo amigo y asistente del artista, tenía que pagarse su propio billete de tren cuando viajaba para trabajar hasta la residencia de verano de Picasso en Vallauris. Otro suceso famoso con desenlace parecido ocurrió cuando su chófer sufrió un accidente; el pintor enfureció, le exigió el pago de la reparación del coche, y lo despidió tras 25 años a su servicio.
Pero no todo en él era malhumor, sino todo lo contrario, pues soportaba alegremente las críticas que recibían sus cuadros. En 1906, la adinerada norteamericana Gertrude Stein posó para Picasso, poco tiempo después la obra vio la luz y no tardaron en saltar a la palestra las voces discordantes que se mofaban del poco parecido entre lo pintado y la realidad. Picasso, con mucha picaresca comentó: `` No me importa lo que digan. Es posible que ciertamente el retrato no se parezca a ella, pero al final ella terminará pareciéndose a la del lienzo´´.
Su singularidad crecía y crecía alcanzando límites insospechados, como cuando obligó a una de las últimas mujeres de su vida -Jacqueline- a llamarle monseñor. Ella jamás se negó a hacerlo, y constantemente lo llamaba así durante el tiempo que pasaban juntos. Picasso, cual Casanova, conseguía con sus tretas embelesar a las mujeres hasta tal punto que las damas terminaban haciendo lo que él quería.
Por desgracia todo lo bueno se acaba, y en 1973 se le apagó la luz de la vida y del ingenio. 91 años de existencia dejaban para siempre un vacio. Uno de los más grandes talentos artísticos no solo de España, sino del mundo, nos había abandonado.
Magnífico artículo sobre la figura de Picasso. Para complementarlo recomendaría el visionado de las películas 'Medianoche en París' (Woody Allen 2011) y 'Sobreviviendo a Picasso', con una gran interpretación de Anthony Hopkins. Sin duda corroborarán lo que aquí habéis expuesto y resultará muy instructivo.
ResponderEliminarMuchas felicidades a los creadores de este magnífico portal web y gracias por compartirlo con el universo.
Suerte.