viernes, 11 de noviembre de 2011

Lo que pudo ser y no fue

Fernando Gallego/Opinión


Un 20 de noviembre de 1975 fallecía Francisco Franco y se abría ante los ojos de los inocentes españoles la posibilidad de reinventar un país. Cuando digo reinventar, me refiero a reconstruir todo el entramado que sostenía al Estado. Era el momento perfecto para abandonar una manida dictadura y entrar en el camino de la tan bien publicitada democracia. En estas circunstancias, de entre los más destacados diputados se elegirían a los encargados de redactar una Constitución, lo que constituiría el culmen del proceso conocido como Transición. Con grandes esperanzas celebraban nuestros anteriores esta nueva libertad adquirida,  el anhelado cambio se había alcanzado, y pasada ya la crisis sobre qué pasaría en el tema político parecía que todo lo que ocurriese sería para bien.
Pero quizás no todo fue tan bonito, y aquí es donde me cuestiono: ¿Todo lo que ocurre ahora es consecuencia de ese pasado reciente? ¿Crearon los Padres de la Constitución un código de leyes que no ha estado a la altura de las circunstancias porque les tembló la mano?
El cúmulo de errores del pasado nos pasa factura actualmente, pues nos sobran diputaciones y canallas, y nos faltan leyes duras y políticos honrados. Hemos creado un país donde es muy fácil hacer las cosas mal adrede y eludir las sanciones, donde es costumbre estafar, malversar y ser un corrupto. La honestidad, la solidaridad, la justicia, la sinceridad, la honradez y la lealtad son infravaloradas en estos tiempos que corren.
La gran bola de nieve que echó a rodar en los setenta nos arrastra a todos, queramos o no, y escapar de ella es harto complicado. Involuntariamente somos actores -protagonistas o secundarios- de este teatro llamado política. Ténganlo claro: sálvese quien pueda.

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